La Alquimia

La alquimia es una ciencia basada en la tradición; tradición que es acunada también por nuestros talleres los que en muchas ocasiones trabajan con múltiples elementos de esta ciencia. El entrenamiento es variado y con una gran cantidad de distractores en la vía, no obstante, el inicio del camino es único; “La iniciación”. De esta manera, y al considerar la etimología de la palabra iniciación –entendiendo a ésta como comienzo – es la Masonería una de las alternativas actuales y modernas para encauzar el inicio del camino.

Esta alquimia no es tan sólo un elemento químico, encauzado en el difícil terreno de prueba y error, sino que más bien es un sistema filosófico, mal entendido por muchos, pero pionero axiomático de los fuertes principios herméticos que en más de alguna ocasión hemos tratado. Su enseñanza es muda y está dispuesta a hablar sólo a aquellos oídos preparados en el Arte Real, ya que considera que las palabras han surgido para disimular nuestro propio pensamiento; ese pensamiento adiestrado que no es capaz de salir del terreno de su propia subjetividad y percepción.

No son las joyas que ostentamos en nuestros cuellos, ni son los años que hemos pertenecido a una institución las que nos sumerge en el ambiente de estas ciencias sagradas, ya que nadie puede ser iniciado, sino que más bien el hombre se inicia a sí mismo, en base a las herramientas que son entregadas por las distintas disciplinas de la tradición.

Como argumenta nuestro H.: Wirth, nuestras palabras no comunican más que nuestros pensamientos, lo que son muy interesantes de conocer por cierto desde una vía profana, pero que en muchas ocasiones debemos ignorar para el encuentro independiente de la verdad. Es aquí la importancia de la Alquimia, una ciencia orientada a la búsqueda a través de un cumulo de imágenes complejas que permiten que sea nuestro interior el capaz de vislumbrar el mensaje, escapando así, de la razón material, simbolizada por aquella Gorgona que el Dante se encuentra ante de su ingreso al infierno.

“No la mires… le dice su Maestro… que si lo haces nunca podrás regresar arriba…”

Perseo cuando se ve enfrenado a esta Gorgona, utiliza un espejo, imagen hermética y alquímica que demuestra como el Maestro Sabio y Adepto de la tradición es capaz de enfrentar a la razón sin sufrir daño alguno, y es más, ha sido capaz de cortarle la cabeza con serpientes y mostrarla como señal de encantamiento.

En la francmasonería no poseemos atanores, ni tampoco soplamos algunas bombillas esperando realizar el Oro Alquímico, sino que más bien, al igual que el Dante nos sumergen en la oscuridad y no en la luz como muchos HH.: piensan. Mientras más avanzamos en los caminos hacia los altos grados, son más las inquietudes oscuras que nos adentran hacia nuestra esencia.

Un ejemplo de aquello es el famoso anagrama VITRIOL, que nos debemos encontrar en la cámara de reflexiones como verificación del descenso hacia al infierno para el encuentro de la Piedra Oculta. Aquel anagrama nos recuerda que el secreto se encuentra en nosotros mismos dispuesto a ser revelado, siempre y cuando se posean las claves para dicho milagro. Esta Piedra Oculta es uno de los aspectos que se podrían considerar como exclusivo de la Masonería, y es más, es probable que los alquimistas hayan considerado este elemento de los constructores antiguos.

En la exaltación el Maestro Mason es dejado sin ayuda mientras el observa su descomposición y como lo sutil se desprende de lo espeso, ingresando a la primera prueba del Aire y saturándonos de aquella luz artificial que Paracelso llama  luz sideral o astral, es ahí cuando nuestras almas alcanzan el color rojo, símbolo del comienzo de la búsqueda de la Piedra Oculta.

Esta segunda muerte corresponde al sacrificio total de sí mismo, basada en los deseos personales y encauzados en la construcción universal, en estrecha comunión con el Gran Arquitecto. Su representación es la carta 12 del tarot llamada el Colgado, en donde se aprecia un hombre que cuelga de sus pies, mientras que de sus bolsillos caen monedas fértiles en el terreno material. A sus lados figuran ambas columnas Jakin y Boaz símbolo del equilibrio universal reinante en los sabios.

Purificación de la Sal

Coagulación del Mercurio

Fijación del Azufre.

QQHH.: la Francmasonería es una institución iniciática y filosófica que guarda en su interior una serie de arcanos que los iniciados deben estar muy atentos para su descubrimiento. No importa si vosotros sos un Aprendiz, un Compañero o un Maestro, ya que la habilidad de observación es una competencia a desarrollar de forma transversal a las joyas o anillos que adoptemos temporalmente.

Ahora bien, ya hemos tratado la importancia de la pureza como medio alquímico y a la vez sostenemos la idea de la necesidad de un sacrificio para perpetuar lo sagrado.

No obstante, ¿cuál es el sacrificio puro y transparente realizado por la Masonería? ¿Sólo conocemos el asesinato por parte de Compañeros rebeldes ante nuestro Maestro? ¿Cuál es nuestra piedra angular que nos diferencia de aquellos ladrillos artificiales de la Torre de Babel?

Las respuestas a estas preguntas son inquietantes y se basan en una serie de manuscritos antiguos que he tenido en mis manos y que relatan una interpretación paralela al asesinato de Hiram.

Como bien constatamos Hiram fue asesinado por tres compañeros, simbología alquímica basada en astronomía e inculcada en el orden que se ha procedido para su eliminación. La historia cuenta además que la Reina de Saba (oscuridad) al llegar al Reino de Salomón se ve atraída de forma inmediata por el arquitecto Hiram Abiff (fundidor: alquimista), de lo cual el Rey Salomón se entera.

La leyenda nos relata asimismo, que antes de la ceremonia de fundición de las dos columnas del templo, un discípulo de Hiram Abiff llamado Benoni aprecia como tres compañeros rebeldes sabotean uno de los contenedores de bronce caliente para que en plena ceremonia se rompiese y fuese derramado el líquido ardiente ante los espectadores del sagrado espectáculo. Benoni corre de inmediato ante Salomón para indicarle la noticia, no obstante, Salomón decide no comunicarle a Hiram Abiff de aquel acontecimiento, provocando el sacrificio esperado en cualquier leyenda, basado en la traición de un hombre afectado por sus propias emociones corporales que ciegan la razón y que demuestra el surgimiento de la sal alquímica que eleva los cimientos de nuestra tradición francmasónica.

Mis QQHH.: la muerte de Hiram es irrenunciable para elevar la sacralidad de la masonería y mantener una conexión en ocasiones perdidas con los flujos de la tradición arcaica que se muestra como una muda pintura de nuestra propia conciencia.

Max Heindel indica la necesidad de la muerte de nuestro M.: en algunos textos que recopiló en su extenuante trabajo:

«Así, dijo Caín, tú, Hiram, estás destinado a morir sin ver realizadas tus esperanzas; pero a la viuda le nacerán muchos hijos que mantendrán viva tu memoria en el rodar de los siglos y al fin aparecerá uno mayor que tú. No despertarás hasta que el León de Judá te levante con poderoso zarpazo de sus garras. Hoy recibiste el bautismo de fuego; pero él te bautizará con agua y con espíritu; a ti y todo hijo de la viuda…”.

Un análisis de las líneas antes descritas requiere como fundamento base la relación de nuestros conocimientos de cábala hebrea y de la tradición de la alquimia.

Según el Zohar y algunos libros de la tradición cabalística, Caín es el primer hijo de Eva engendrado por Samael (serpiente), de forma tal, que él lleva en su esencia la semilla de los dioses fruto de una relación clandestina.

Caín constituye uno de los principios generadores de la alquimia, según la tradición cabalística. Tubalcaín es descendiente de Caín cuya estirpe constituye el famoso apelativo de Hijos de la Luz, o mejor dicho Hijos de la Viuda. Es así, como cada masón repartido por la faz de la tierra constituye un hijo de la luz, y por ende un descendiente directo de la tradición Cainita, como lo expresa Rivera en su Breve tratado de un Viajero por la Tinieblas o el Maestro Robert Ambelain en su magna obra el Secreto Masónico.

Hiram Abiff en la alquimia constituye un prototipo de hombre purificado que guarda en sus cimientes el poder temporal identificado con el Azufre Alquímico, que perece en la primera unión de la trilogía alquímica, el conocido Solvet et Coagule representado en la carta 16 del tarot. Su renacimiento es producto de un proceso seco que lo convierte en el León de Juda[1], es decir, un elemental más poderoso representado en la carta ocho u once del Tarot, dependiendo de la baraja en la cual trabajemos. Esta Fuerza es la demostración del dominio del poder material y la consecución del camino hacia el ámbito espiritual.

Existe un texto de la tradición alquímica que indaga sobre el encuentro de Hiram con su ascendencia Caín, reunión en la cual éste último le hace entrega de una nueva palabra y un nuevo martillo, aspecto que cobra un especial interés en el Rito Escocés Antiguo y Rectificado en donde la palabra de pase ya no es Tubalcaín sino que Phaleg[2], aspecto detallado en algunos cuadernillos obtenidos en el Gran Oriente de Francia.

Pues bien HH.: la alquimia se sumerge hasta en nuestra propia esencia y se hace presente en cada una de las purificaciones que el iniciado debe asumir.

En muchas ocasiones hemos olvidado la importancia de la oscuridad como elemento de fertilidad, no obstante, es en nuestra cámara de reflexiones donde se puede apreciar claramente un indicio de esta fertilidad alquímica., una orientación clara hacia el occidente y no esa tendencia engañosa hacia el oriente como vía primaria en la búsqueda.


[1] Existe en algunos templos cristianos como Notre Dame, Chartres, Compostela, Toledo, etc. Algunos recipientes en los que se vuelcan las figuras alquímicas de los leones como medio de fuerza. Estos recipientes son similares a los que constituyen el Mar de Bronce del Templo de Salomon, en los que 12 bueyes se encargaban de sostenerlo con sus lomos.

[2] La historia de Phaleg la podemos obtener en el Libro de los Esplendores de Eliphas Levi, no obstante, el uso de la palabra se encuentran en los mencionados cuadernillos.